Cada día se convocan más y más conciertos participativos. El Réquiem de Mozart, la 9ª sinfonía de Beethoven, grandes coros de Ópera o Zarzuela, el Mesías de Händel… son algunos de los más populares. Su ventaja estriba en que el cantante aficionado puede ser dirigido por un director de prestigio, puede afrontar con garantías una obra de envergadura, puede cantar con orquesta y actuar en alguno de los grandes santuarios de la música: el Auditorio Nacional de Madrid o el Palau de la Música de Barcelona, por poner algunos ejemplos. Se dan, además, otras circunstancias que hacen especialmente atractivo el participativo, como es el gran número de participantes –entre 300 y 400- lo que garantiza una generosa venta de entradas y un considerable prestigio para la entidad organizadora.
Pero nosotros no nos estamos planteando ahora la organización de un participativo. Sólo nos preguntamos si participamos o no en uno muy concreto: el que tendrá lugar el 6 de Mayo de 2017, donde se interpretará el Stabat Mater de Dvořák, organizado por la Federación Coral de Madrid. Sabemos que se celebrará en el Auditorio Nacional de Música de Madrid, que habrá cuatro solistas profesionales, que participarán unos 400 cantores y que la orquesta estará dirigida por Antonio Palmer.
La pregunta “Participativos: ¿sí o no?” no es puramente retórica. Me la han hecho varios cantores del Orfeón Moratalaz que dudan si participar o no y quieren conocer la opinión de su director. A otros tal vez les gustaría hacerme la misma pregunta. Ahora mismo estoy pensando en una persona concreta que me decía: tú, que nos conoces, dinos quiénes estamos preparados para enfrentarnos a una obra de la envergadura del Stabat Mater de Dvořák.
Mi respuesta no puede ser un sí o un no. No soy adivino. No sé cuál va a ser tu disponibilidad de tiempo a lo largo de estos próximos meses en que tendrás que estudiarte la obra; tampoco sé si el entusiasmo que ahora bulle en tu interior va a durar o va a decaer cuando aparezcan las primeras dificultades. Y, lo que es más importante, no estoy dispuesto a tomar una decisión que te corresponde a ti, sólo a ti. Por eso de voy a dar unos criterios que te ayuden a decidir. Tendrás que aplicarlos y, al final, optar por el sí o por el no, sabiendo que en la vida o se corre el riesgo de equivocarse o no se hace nada que valga la pena.
1.- ¿Llegas a los ensayos con la lección aprendida?
Respóndete a ti mismo. Llevar la lección aprendida significa prepararte la partitura y estudiártela en casa, en el Metro o en los ratos libres. Si no tienes tiempo de estudiar y aprender canciones de 5 minutos, que son las que cantamos habitualmente, cómo vas a poder con una obra que dura más de una hora.
2.- ¿Qué haces en los ensayos habituales? ¿Te arrancas a cantar, aunque te equivoques alguna vez, o prefieres ir constantemente “chupando rueda” de quien se pone a tu lado?
No es malo situarse a la sombra, dejarse llevar por quien conoce bien una obra (eso significa “chupar rueda” en la jerga ciclista); lo hemos hecho todos cuando empezamos a cantar en un coro, pero es un indicio claro de que todavía está uno en los balbuceos iniciales. Tendrá que pasar aún algún tiempo antes de que puedas hacer un papel digno en un participativo.
3.- ¿Te sientes a gusto cantando una obra de inspiración religiosa como es el Stabat Mater de Dvořák?
Ya sé que se trata de una pregunta delicada pero me parece necesario hacerla. Te recuerdo lo que tantas veces me has oído comentar en los ensayos: el cantor es por encima de todo un intérprete, un actor. Para cumplir bien su cometido tiene que meterse en la piel del personaje que representa: llorar con él, reír con él, emocionarse con él, identificarse con él mientras dure el ensayo, la representación o el concierto. Hay personas que han vivido experiencias desagradables y, como resultado de ello, sienten cierta animadversión hacia lo religioso. Es verdad que en nuestro orfeón merecen el mismo respeto que los que se declaran creyentes o agnósticos. Pero podría darse la circunstancia de que alguien no se sintiera cómodo haciendo suyos los sentimientos de la Virgen María al pie de la cruz, que es el tema central del Stabat Mater. Si este es tu caso, te sugiero que hagas el mayor esfuerzo posible por separar tu vida privada del papel de intérprete que te corresponde como orfeonista. Son dos esferas diferentes. Confundirlas te limitará y te hará sufrir. Situarlas cada uno en su plano te hará libre y te permitirá disfrutar del arte sublime que encierra esta creación única. Mi consejo: si todavía sientes esa animadversión hacia lo religioso y aún no has conseguido hacer realidad esa separación, no te inscribas; deja el Stabat Mater de Dvořák para cuando estés dispuesto a bucear sin prejuicios en este mar de belleza extraordinaria que encierran sus páginas.
4.- ¿Has hecho alguna vez el Camino de Santiago? ¿Has escalado alguna montaña? ¿Has llegado a hablar correctamente algún idioma? ¿Has corrido algún maratón? ¿Has criado un hijo?
Por favor, no me interpretes mal; no estoy queriendo decir que es necesario haber superado cualquiera de estos retos para cantar el Stabat Mater. Pero sí que se necesita adoptar la actitud con la que se afrontan estos retos. Dicho de otro modo, si eres de las personas que se ilusionan deprisa y se desaniman a las primeras de cambio, este participativo no es para ti. Si te inscribes, vas a disfrutar muchísimo, vas a sentir emociones nuevas que no has sentido en tu vida… pero para ello vas a tener que enfrentarte a no pocos quebraderos de cabeza, vas a tener que superar momentos de incipiente desmoralización, etc. Si te ves con ánimo, adelante. Te sentirás orgulloso de haber superado un reto. Si no, es mejor que lo dejes antes de empezar. Tal vez puedas inscribirte en otro participativo más adelante.
5.- Realmente, ¿vale la pena? ¿Qué gano yo con inscribirme?
Por tu forma de preguntar intuyo que eres de los líderes de la cuerda… o de las lideresas como dicen ahora. Si eres de los que primero cogen el tono, de los que menos “calan”, de los que se atreven con los pasajes más difíciles, de los que tiran de sus compañeros, mi respuesta no ofrece duda: sí, inscríbete. Sobre si ganas mucho o poco, no te voy a responder. Quien gana con tu inscripción es el Orfeón, gana la música, ganan muchos de tus compañeros, especialmente los que tienen menos tablas que tú, los que no tuvieron la oportunidad de estudiar solfeo, los que necesitan volver una y otra vez sobre los pasajes más difíciles, los que sin tu colaboración desinteresada nunca sacarían adelante un participativo como el que tenemos entre manos, los que necesitan el apoyo que otros te dieron a ti cuando empezaste en esto de la música coral. Y no sólo ganan ellos, gana la música coral, ganas también tú. Algunos piensan que si cada coro de la Federación enviara a sus cuatro mejores cantores y cantoras, andaríamos rozando la perfección, el nivel del participativo subiría muchos enteros y el Stabat Mater de Dvořák sonaría de maravilla. No lo dudo. Pero puesto a buscar la perfección yo, en lugar de escuchar a esos 400 magníficos, me iría a escuchar a un coro profesional de prestigio: el Coro de RTVE, el de la Comunidad de Madrid o el Coro Nacional de España…
Amigas, amigos, grabad esto en vuestra memoria: en un coro de aficionados puede haber tanta o más autenticidad que en un coro profesional. Ni el profesional excluye al aficionado ni a la inversa. La perfección es una cualidad muy importante en la música pero no la única. Siempre hay que tender a ella pero en la seguridad de que es inalcanzable. La pasión con que se interpreta una obra, el sentimiento, la emoción –cualidades estas que abundan más en las interpretaciones realizadas por aficionados- pueden hacer sublime, aunque no perfecta, la interpretación de una obra.
Si a mí me dieran a elegir entre un Stabat Mater cantado por profesionales y otro cantado por aficionados, no lo dudaría, iría a los dos.
Félix Barrena