YA LE HAS LLEVADO A LA LUZ
A la memoria de Mariano Vázquez, cantor del Orfeón Moratalaz
Madrid, 21 de Mayo, 2019
En nombre de Carmen y de la familia, gracias a todos los que estais participando con nosotros en este funeral que quiere ser, ante todo, una celebración de la vida que "no termina, sólo se transforma". Gracias, muchas gracias a todos.
Ahora, permitid que los que hemos convivido con Mariano en el Orfeón Moratalaz durante estos años, os dirijamos unas palabras.
Sorpresa
Un día de otoño de 1997 Carmen, una de nuestras sopranos, nos sorprendió a todos presentándonos a Mariano. Enseguida nos comunicó la fecha de su próxima boda.
Parco en palabras
Mariano habló poco aquel día, muy poco; pero aquella voz profunda y bien timbrada nos llamó la atención. A los pocos días ya estaba cantando en la cuerda de Bajos del Orfeón.
Aunque parco en palabras, como de costumbre, nos comentó que él nunca había cantado en un coro; y que no estaba seguro de poder hacerlo porque no tenía estudios de solfeo. Tal vez pensó que a su edad, con casi 70 años, ya se le había pasado el momento de embarcarse en un proyecto musical. Sin embargo, el buen hacer de su esposa y la cariñosa acogida que encontró en el Orfeón le animó a seguir.
Trabajador infatigable
Durante todos estos años ha trabajado duro; ha tenido que fajarse con la polifonía, algo completamente novedoso para él; ha tenido que aprender canciones en idiomas que no conocía: inglés, italiano, latín, alemán, ruso, francés y hasta zulú, un idioma africano. Sin embargo nunca le hemos visto rendirse o ceder al desaliento: se encerraba en su cuarto y repetía las canciones una y otra vez hasta aprendérselas.
Con nosotros ha ido descubriendo cosas muy hermosas que le llegaban al alma. La primera, el compañerismo y el espíritu de acogida que encontró en el Orfeón. Muy pronto se dio cuenta de que en el grupo todos éramos amigos, todos compartíamos tareas, todos nos tuteábamos… y que a él, aunque hubiera sido el último en llegar, se le consideraba uno de tantos. Es cierto que a Mariano, educado en la vieja escuela, le costaba el tuteo y que a veces se refería a nuestro director como Don Félix, pero se adaptó enseguida.
A nuestro lado descubrió que la música es terapéutica, que cura las heridas del alma: la melancolía, la depresión, el cansancio… y, a veces, también las del cuerpo. En nuestra compañía aprendió algo muy sabio que decía Don Quijote a su escudero: “Sancho, donde hay música no puede haber nada malo.”
"Mi Orfeón"
Hasta tal punto llegó su identificación con el Orfeón que lo consideraba cosa suya. Cuando hablaba con Carmen, que también había sido orfeonista durante muchos años, no decía “nuestro coro” sino "Mi Orfeón".
Hablando con nosotros aprendió que nos debemos al público que acude a escucharnos, al que servimos con nuestro arte… Que la preparación de un concierto requiere tesón, esfuerzo y sacrificio. Que sin disciplina un coro no puede progresar. Pero que pocas cosas tan hermosas hay en la vida como disfrutar y difundir la música coral.
Orfeonista
Su experiencia de mostró que el Orfeón no son sólo los que cantan, aunque sólo sean ellos los que reciben los aplausos del público. Orfeonistas son los que cantan, los voluntarios, los que colaboran en las mil y una tareas que desarrolla el Orfeón… los veteranos y los nuevos, los solistas y los jefes de cuerda, todos; orfeonista es el pianista y el director. Todos somos orfeonistas. Todos tenemos un papel protagonista y una importante misión que cumplir al servicio de la música. Por eso él, una de las primeras cosas que hizo cuando llevaba algún tiempo en el Orfeón fue ofrecerse para realizar una tarea en la que era experto: llevar las cuentas de la Asociación; y, más tarde, las labores de la secretaría. Cargos que desempeñó durante años con una ilusión y una dedicación encomiables.
Siempre clarividente
Hemos dejado para el final un detalle que demuestra su saber estar, su humildad y su clarividencia, su hombría de bien y su disposición a servir. Cuando notó que su edad y su salud ya no le permitían contribuir a la buena marcha del Orfeón como cantor, dio un paso al lado para dejar el puesto a otro. Sólo las almas grandes son capaces de descubrir cuándo les llega su hora y cuándo deben dejar paso a los que vienen detrás. Se lo agradecimos nombrándole “orfeonista emérito” y yendo a su casa a entregarle su diploma de “emérito”, que recibió con enorme ilusión.
Viaje a la eternidad
Amigo Mariano, esperamos que hayas hecho bien el viaje hacia la eternidad. Estamos seguros de que allá arriba, en el paraíso, dondequiera que esté, San Pedro te habrá enviado al coro de los serafines, esos ángeles de voz bien timbrada que siempre están cantando ante el trono de Dios.
Gracias por tu vida que ha sido para nosotros, para tu familia, para tus clientes de la Caja de Ahorros y para muchos otros un modelo de servicio y dedicación.
Sabemos que has tenido que afrontar momentos felices y momentos amargos, como cuando te visitó la enfermedad. Siempre hemos admirado la entereza con que has soportado los golpes que da la vida. Quienes hemos estado a tu lado en estos últimos meses hemos visto cómo te esforzabas valientemente por mantener el ánimo y no perder la ilusión por vivir. Nos has enseñado a luchar con valentía contra el cáncer, sin desanimarte, peleando hasta el último aliento de tu vida. Nos has enseñado a vivir y a morir con dignidad.
Agradecimientos
Gracias, Carmen, por habérnoslo traído al Orfeón y por haber sido su fiel compañera durante estos años.
Gracias a vosotros, hijos y nietos de Mariano. Compartimos vuestro dolor.
Gracias a los sacerdotes de esta Parroquia: a Javier, que tanto ayudó a Mariano a sobrellevar su enfermedad; y a José María, que está hoy presidiendo esta Eucaristía funeral.
Gracias a todos los que habéis venido esta tarde a la iglesia.
Gracias a Dios, nuestro Padre, en cuyo seno, querido Mariano, quisiste vivir y morir.
Ya le has llevado a la luz
Cerraremos esta celebración con un anuncio esperanzador: que el Señor Jesús, resucitado de entre los muertos, ya te ha devuelto a la vida, amigo Mariano; ya te ha llevado a la luz.
Canto: TÚ NOS DIJISTE QUE LA MUERTE…